jueves, 12 de diciembre de 2013

Entrada 45. No pain, no brain. Aprender desde el movimiento.

Recuerdo en un seminario de periodismo en mi época de formación como humanista lo importante que era para redactar noticias seguir la regla de las cinco W, a saber en inglés: What, where, when, who, how y que una noticia bien redactada presentaba por orden jerárquico la respuesta a esas preguntas y ello no era una regla fija en el sentido: no es lo mismo que haya nacido el hijo del príncipe del Reino Unido, a que haya nacido el hijo de Manuel, el del bar. Ejemplos miles, como que no es lo mismo que el Rey de España haya perdido su prótesis dental por negligencia médica, contra el caso del médico X, responsable de la negligencia médica por la que un paciente Z le hayan amputado el pie incorrecto.
En cuanto al movimiento, en cada clase que pasa me percato del hecho de lo importante de ser capaces de responder a cuatro preguntas fundamentales: qué, cómo, cuándo y dónde. Porque el quién es obvio, se supone de entrada que es el alumno y el por qué o el para qué, muchas veces como el periodismo queda en el plano de la opinión o la anécdota.
Sin embargo, cuando entrevisto un alumno por primera vez, independientemente de su experiencia con el movimiento, trato de que se dé cuenta de cuáles partes de su cuerpo (el qué) se mueven poco o no se mueven; no obstante, antes de hacerle algunas pruebas, me interesa mucho saber el por qué y el para qué quieren venir a clases. Responder a estas dos preguntas es fundamental para no perder de vista mi función como proveedor de ese cliente, ya que si no recibe lo que viene a buscar, yo seré un expendedor de ejercicios sin un propósito y beneficios tangibles para la vida cotidiana de esa persona y en el mejor de los casos se aburrirá en mis clases como una ostra. Suelo revisar las fichas de los clientes además de motivos técnicos de programación de clases, para no olvidar la respuestas personales a esas dos preguntas, eso me recuerda también que esos clientes han decidido invertir una o dos horas semanales de su tiempo viniendo a mis clases... y eso no se puede olvidar nunca, podrían estar en el cine o en el gimnasio.
He llegado a estar en cursos de pilates donde algún colega o profesor me ha llegado a decir que piense menos y me mueva más y, justamente esa es la delgada línea donde debemos saber medirnos muy bien, ya que los sistemas no funcionan aisladamente. Si bien es cierto que Brent Anderson suele decir en sus conferencias de “Raising the bar” que la maestría de la técnica se logra cuando el alumno se convierte en un competente inconsciente, una vez ha logrado evolucionar en su aprendizaje motor, también es cierto que cuando estamos en clase de movimiento debemos responder (desde la mente/cuerpo) al qué, cómo, cuándo y dónde si queremos aportar información nueva al Sistema Nervioso; de hecho, equivocándonos o teniendo dudas en esas respuestas es dónde justamente podemos vislumbrar nuevas posibilidades en nuestros movimientos, paso previo a la adquisición de nuevos hábitos y concadenante, todo en conjunto, a una nueva organización.

Lo que me ha motivado a escribir esta entrada es volver a ver el documental de Ian Waterman (Entrega 5) donde uno de los médicos que lo trata habla que esa rarísima enfermedad que Ian padece: neuropatología muscular y una frase de ese médico que desde entonces no pude quitarme de la mente fue la de “No pain, no brain”, y aunque esto ya me ha llevado a hablar del tema en la Entrada 37: hay mucha gente que sigue entrenando y moviéndose con la filosofía que si no duele, no es bueno, no gano nada. Ganamos más si no hay dolor, agujetas incluidas. ¿Hasta cuándo se puede entrenar así?