Un entrañable colega hace unas semanas me comentaba que hay un formador de running que le agrada leer los estudios de la marcha anteriores a la década de los sesenta por aquello que no se fía del evidente lobby que hacen las empresas fabricantes de calzado deportivo y marketing encubierto en muchos de los estudios o artículos que salen
publicados.
Ahora me sorprendo a mí mismo comentando en esta entrada del blog, la Ley Weber-Fechner promulgada en 1860, más de cien años antes que Joe dejara de existir físicamente. Ambos científicos intentaron explicar mediante las matemáticas las sensaciones internas del individuo ante
los estímulos del mundo externo. Muchos autores consideran esta ley como la primera del campo de la psicofísica, o las matemáticas de las sensaciones como lo llaman algunos autores. Hay varios estudios de los estímulos táctiles (por ejemplo el peso) y en menor cantidad los visuales.
El enunciado clásico es que si en cada mano sostienes 100 gramos, no podrás notar la diferencia si en una añades 5 gramos más, pero si añades 10 en vez de 5, sí. De la misma forma, si en ambas sostienes 1000 gramos, no puedes notar la diferencia con el umbral anterior de 10 gramos, sino a partir de una diferencia de 100 gramos entre una mano y otra. Se habla entonces de una progresión logarítmica entre estímulo y respuesta.
Me parece más interesante que hacer el experimento en carne propia, seguir investigando las aplicaciones de este tipo de observaciones científicas. En este sentido, Kenneth H. Norwich en su libro "Information, sensation and perception"
(http://www.biopsychology.org/norwich/isp/isp.htm) hace un abordaje bastante amplio en el tercer capítulo acerca de la Adaptación y pone el ejemplo de lo fuerte que puede ser para el olfato entrar en una habitación recién pintada; no obstante, ese fuerte estímulo puede irse debilitando, inclusive desaparecer si el sujeto que entra es un pintor
profesional, por ejemplo: aunque la sensación haya disminuido notablemente, el estímulo permanece presente (esto sería una adaptabilidad psicológica)
Norwich continúa explicando lo que más pudiera interesarnos como profesionales del movimiento: la adaptabilidad puede ser observada y por lo tanto medida en las papilas gustativas, termoreceptores, mecanoreceptores (de velocidad, vibración, etc.); receptores de luz, de dolor, auditivos… muchos sentidos, muchos campos, muchos
experimentos.
No obstante, el autor propone dentro de la Adaptación lo crucial que debe ser que nuestro umbral de sensibilidad sea incrementado, esto quiere decir que seamos capaces de distinguir estímulos cada vez más sutiles.
Allí es donde me inspira a escribir esta entrada: en ser cada día más asertivos y, como alumnos y como profesores, saber distinguir los estímulos durante cada clase, durante cada práctica. Si nos concentramos en la coreografía, o en la programación y ritmo de las clases solamente, estamos perdiendo la esencia del movimiento que queremos proponer a nuestros alumnos. Yo tengo una profesora italiana que tiene una forma simpática de decirlo: “Enseña a hacer lo que tus alumnos no hacen tan bien… ya ellos son buenos haciendo lo que hacen bien, no necesitan que tú se los enseñes.”
De ahí también conlleva el riesgo profesional que es enseñar a alumnos que tengan unos nueve practicando pilates por ejemplo, me pasó esta semana y justamente pone a prueba todo lo que podamos saber y entender del movimiento en nosotros primero. En Barcelona, ya tengo alumnos que
llevan tres años conmigo y también son un reto para mí en este sentido.
Por ello ha sido tan revelador para mí esta semana también repasar con Juan Nieto en #PolestarTips un movimiento de pre Pilates como puede ser Bend Knee Fallout.
Siempre lo repito, no es el qué estamos haciendo en las clases sino el cómo lo estamos haciendo.
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