Un caso bastante reciente que puedo reseñar es en mi última visita a Josep María, mi peluquero, y prefiero este término que barbero, ya que este último me suena a demasiado macho alfa: me chirría, de hecho.
Josep María me comentaba que una de las cosas que echaba mucho de menos en su profesión era la figura del aprendiz. Que cuando a él le toco serlo, la avidez por aprender y el ánimo de autosuperación eran suficientes para absorber en la mente y en las manos todas las técnicas posibles del momento y viajar a las famosas semanas de la moda en el resto de Europa, porque en la España que solamente era franquista nada de eso llegaba: la famosa década de los setenta más o menos.
Hoy los tiempos han cambiado y a él no le hace falta en realidad tener que ir a esos eventos a ir a buscar la moda porque la moda está en la web y en todas las revistas que circulan. Con la diferencia, que ahora los aprendices apenas salen del instituto, creen que son peluqueros porque trabajan en una cadena o franquicia e imitan la moda que ven en las revistas, en la web o en la calle.
La diferencia radical con un peluquero experto es que no imita lo que ve, sino que sabe cómo hacerlo, desde dónde se construye con los cimientos de la técnica: no adivina lo que ve, sino que lo presiente y ejecuta y he ahí la clave.
Yo le preguntaba a Josep María si conocía la regla de las 10.000 horas como el tiempo mínimo indispensable para comenzar a dominar un oficio; él inmediatamente sacó los números: son alrededor de unos siete años (descontando veranos) y trabajando al ritmo de una jornada de seis horas cada día laborable.
A mis colegas de pilates toda esta analogía les podrá parecer arbitraria o también cansina (a propósito cuando hablaba en una entrada anterior de los diferentes tipos de escuelas de pilates) y a pesar de ello, justamente me parece que viene a cuento por una discusión en unos de los foros pilateros dónde se pretendía cuantificar los años mínimos necesarios para ser un Master Teacher, como dando por sentado que uno es un teacher desde el día uno.
Creo más humilde ser primero aprendiz de profesor y luego de la suficiente experiencia acumulada, considerarse un buen profesor o especialista, y posteriormente un profesor experto. Me conformo con estas tres categorías, con las fronteras muy difusas entre sí, como es de esperar subjetivamente.
Nuestro ávido colega de información y conocimientos Manuel Alcázar (no me canso de reconocer su encomiable ánimo en su web y en el grupo de Google+) justo ayer recordaba la clasificación de Brent Anderson de cinco categorías de profesores de pilates; yo recuerdo haber escuchado a Brent dos veces la misma conferencia Raising the bar en 2005 en Palm Springs y 2011 en Barcelona.
Pareciera que es cada año más vigente, en vista de la proliferación de escuelas o academias de pilates o de cualquier oficio, no solamente peluquería. A mí esta conferencia de Brent me ha servido para hacer una revisión interna a nivel profesional para luego inspirarme y automotivarme. Es un bucle del que estoy enamorado profesionalmente.
Lo de las 10.000 horas del título viene por supuesto a propósito del libro Outliers de Malcom Gladwell, basado en los trabajos del Dr. K. Anders Ericsson de la Facultad de Psicología de University of Florida. Después de leer uno de los papers de Anders que inspiró a Gladwell es muy probable que le dedique la Entrada 60: Aprender de la práctica = Practicar el aprendizaje.
Josep María tuvo más de las 10.000 horas de experiencia antes de tener su peluquería propia y de hecho empezó como aprendiz, como todos los peluqueros de su época. Ya lleva unos veinticinco años en el mismo barrio, en la misma peluquería, quien quiera conocer sus buenos oficios puede pasar por Tifs Perruquers en la C. Descartes, 2, 08006 Barcelona.
Además me gusta pensar que 10.000 horas es un buen punto de inicio para comenzar a entender todo lo que has practicado: ¿Cuántas horas llevas en tu mochila como profesor? ¿Cuántas horas llevas como alumno? ¿Cuántas horas llevará tu profesor?
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