martes, 20 de enero de 2015

Entrada 60: ¿Aprender de la práctica = Practicar el aprendizaje?


He tenido tales respuestas animadas y agradecidas a la Entrada 59 que he acabado la lectura del paper The role of deliberate practice in the acquisition of expert performance antes de lo previsto, por lo me pongo de inmediato a escribir esta entrada.
Aparte tengo el estímulo de haber visto muy recientemente Whiplash y ser testigo de cómo el personaje Andrew derrama no solamente sudor sino sangre sobre la batería. Tampoco quiero iniciar con un estilo No pain, no brain, porque ya a ese tema le dediqué una entrada y otros cuantos párrafos, además puedo estar bastante harto de frases tan manidas como aquella sangre, sudor y lágrimas de Churchill...
No obstante, la motivación que lleva a Andrew en la película a tener el coraje o la osadía de presentarse al concurso luego de tener (segundos antes) un accidente de tráfico y llegar con la mano rota y otras heridas abiertas, justamente será lo que más me interese sostener como el hilo conductor de mi reseña del paper de K. Anders Ericsson, et.alThe role of deliberate practice in the acquisition of expert performance. Psychological Review. 1993. Vol. 100. No 3, 363-406. American Psychologycal Association. USA.
En el contexto histórico de este paper, saltan a la vista los primeros estudios que se hicieron para medir la efectividad de los operadores del Código Morse entre 1897-99, así como la costumbre en el siglo veinte de cuantificar los rendimientos de mecanógrafos, deportistas y músicos.
Gracias a Krogius (1976) sabemos que los jugadores de ajedrez de elite mundial (de su estudio) tardan un promedio de 11,7 años en convertirse en profesionales internacionales si comenzaron a practicar a partir de los once años; y de 16,5 años si comenzaron a practicar antes de los once. Con las excepciones en su libro de Bobby Fischer y Salo Flohr, a quienes les bastó con un año de práctica.
Existen en el paper propuestas tan originales como la de Raskin (1936) de analizar a 120 científicos y 123 poetas del siglo diecinueve y cuantificar que los primeros tardaron 25,2 años en promedio para sus primeras publicaciones y los segundos, unos 24,2 años. No soy capaz de ver el rigor del método y por ello obviaré el otro dato interesante de cuánto tiempo tardaron en publicar la obra que los consagrase, además eso entra dentro del enmarañado mundo y tópico del canon literario que prefiero dejarlo en manos del buen anciano y erudito Harold Bloom.
En el paper hay una premisa para definir la práctica voluntaria (deliberate practice) que vendría a ser como los deberes que se lleva y hace el alumno entre las sesiones con su profesor (en vista de que lo contrario implicaría en costes de una educación personalizada durante toda la semana, inviable para los sistemas actuales). 
Queda definida entonces como aquella practica personal que no es trabajo remunerado, ni la que es observada o supervisada por otros, ni una interacción lúdica (músicos en un jam sesion del conservatorio por recordar nuevamente la película Whiplash). 
Esta premisa rompe justamente los cálculos de Josep María como peluquero o de mi alumna que echaba las cuentas vertiginosas como periodista: no suman las horas acumuladas de clases, tampoco las laborales (de horas de vuelo para un piloto aéreo, por ejemplo).



Cuando intitulo esta Entrada no hago ni un aforismo ni un juego de palabras para vender un texto, lo hago porque realmente creo que practicar es una de las formas más valiosas y enriquecedoras de aprender (desde y con nuestros cuerpos y mentes cuando nos movemos) y al mismo tiempo el aprendizaje (desde el movimiento, como bodyworkers que somos) hay que practicarlo infinitamente.
Esto sin tomar en cuenta toda la reflexión en torno a la progresión lógica que puede haber entre aprehender, aprender y comprender, que tampoco es un juego de palabras, pero que sin duda me seduciría inevitablemente a la redacción de otra entrada, acaso en otro blog.
Justamente del paper puede llegar a inferirse que uno de los factores claves de la práctica es que el tiempo que se le dedica diariamente no lleve a la extenuación física, ni mental.
Poco a poco los autores van demostrándolo en sus dos casos de estudio: el primero de violinistas y el segundo, de pianistas. En el primer caso precisan que los criterios de evaluación de los niños violinistas tiene que ver con la habilidad o dominio de la técnica y en los adultos, más la interpretación que la técnica: la habilidad de expresar emociones a través de la música. 
Definitivamente, el puente entre ellos es la motivación: en los niños surge desde el momento de las primeras reacciones sociales de sus padres y allegados cuando comienzan a practicar con sus instrumentos; en los adultos profesionales, la motivación que los mantiene a ser perfectamente capaces de dedicarle más de media jornada laboral a la semana a la práctica.
El segundo caso es interesante: doce pianistas profesionales (24,3 años promedio) y doce pianistas amateurs (59,8 años promedio) y donde se evalúan muchas más pruebas específicas en cuanto a motricidad fina y la eficiencia. Difiere del caso anterior en cuanto a muchas más mediciones cuantitativas; con los violinistas se tabula cualitativa y cuantitativamente el tiempo diario por actividades, incluyendo el sueño y descanso.
Haciendo un ejercicio de memoria, recuerdo a Brent Anderson exponiendo, junto a un médico amigo suyo en la Conferencia de la PMA del 2005, lo que costaba demostrar definitivamente cómo el Pilates era una herramienta segura para el tratamiento del dolor lumbar inespecífico ante la comunidad científica estadounidense. La tesis doctoral de Brent reúne decenas de casos en este sentido. 
Una posible hipótesis como la que surge al final del paper como que la práctica sistemática de una actividad a lo largo de los años produce cambios fisiológicos, no deja de ser anecdótica, de hecho, de cara a la comunidad científica.
Superar los lobbies científicos requieren cientos de casos, o miles, no decenas, y además con todo tipo de contrastes que pretenden la mayor objetividad posible. Por eso también la regla de las 10.000 horas es un tópico, aunque lo suficientemente interesante para revisar, de nuevo, nuestras prácticas profesionales; además para recordarnos nuestro nivel de compromiso y nuestra motivación como bodyworkers profesionales cuando salimos a trabajar día tras día.

KROGIUS, N. (1976). Psychology in chess. New York: RHM Press.
RASKIN, E. (1936). "Comparison of scientific and literary ability: A biographical study of eminent scientists and letters of the nineteenth century". Journal of Abbnormal and Social Psychology, 31, 20-35.

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